09 2003 ¿Qué significa hoy autonomía?Traducido del italiano de Manuel Aguilar Hendrickson Subjetivación y no sujeto No pretendo hacer
una reconstrucción histórica del movimiento de autonomía,
sino tan sólo tratar de comprender su especificidad
histórica volviendo sobre conceptos como rechazo del
trabajo y composición de clase. Los periodistas usan
el término operaismo para designar un movimiento político y filosófico que apareció
en Italia en los años 60. A mí no me gusta ese término
porque reduce la complejidad de la realidad social al
mero dato de la centralidad de los obreros industriales
en la dinámica social de la modernidad tardía. La centralidad
de la clase obrera ha sido uno de los grandes mitos
políticos del siglo XX, pero el problema que nos
tenemos que plantear es el de la autonomía del espacio
social frente al dominio capitalista, y el de las diferentes
composiciones culturales, políticas e imaginarias que
elabora el trabajo social. Por eso prefiero emplear
la expresión composicionismo para designar ese movimiento
de pensamiento.
Autonomía y desregulación Hay otro aspecto
de la autonomía en el que se ha profundizado poco hasta
ahora. El proceso de autonomización de los trabajadores
de su papel provocó un terremoto social que, a su vez,
desencadenó la desregulación capitalista. La palabra
desregulación apareció en la escena ideológica a finales
de los años 60, e interpretó un espíritu desestructurador
que venía del pensamiento libertario y antiautoritario
de los decenios precedentes. Hay toda una tradición
de "desreglamentación", que recorre la cultura
hippy libertaria californiana, el pensamiento autónomo
italiano y la epistemología deseante francesa, que predica
la autonomía de la dinámica social frente al dominio
estatal y autoritario. El liberalismo recoge el impulso
de estas culturas y lo transforma en fanatismo de la
economía. La autonomía social desencadenó la potencia
del saber y la imaginación colectiva, pero el liberalismo
traduce esa liberación al terreno paranoico de la competitividad. El movimiento de
autonomía en los años 70 puso en marcha un proceso peligroso
pero indispensable. Un proceso que se desarrolló desde
el rechazo social del dominio capitalista hasta la revancha
capitalista que adoptó la forma de desregulación, de
libertad de la empresa frente a todo control estatal,
de destrucción de la protección social, de reducción
y externalización de la producción, de recorte del gasto
social, de desfiscalización y, finalmente, de flexibilización.
El movimiento de autonomía puso en marcha, en efecto,
la desestabilización del contexto social que había surgido
de un siglo de presiones sindicales y regulación estatal.
¿Cometimos, acaso, un terrible error? ¿Deberíamos arrepentirnos
de las acciones de disidencia y sabotaje, de autonomía
y de rechazo del trabajo que parecen haber provocado
la desregulación capitalista? Desregulación no significa sólo emancipación de la empresa privada frente a la regulación estatal y reducción del gasto público y de la protección social. También significa flexibilización del trabajo. La realidad de la flexibilidad del trabajo es la otra cara de esa emancipación de la disciplina capitalista. No debemos minusvalorar la relación entre el rechazo del trabajo y la flexibilización que le ha seguido. Una de las ideas fuertes del movimiento de autonomía era que "lo precario es bello". La precariedad del trabajo es una forma de autonomía frente al trabajo regular que dura toda la vida. En los años 70 era habitual trabajar unos meses, dejar el trabajo para irse de viaje, regresar y volver a trabajar unos meses y así sucesivamente. En condiciones de pleno empleo y en presencia de una extendida cultura igualitaria, no competitiva y no consumista, es posible un estilo de vida como ése, y le sienta bien al cuerpo y al espíritu. La ofensiva neoliberal de los años 80 pretendía invertir la relación de fuerzas. Desregulación y flexibilización del trabajo han sido efecto e inversión de la autonomía obrera. Es preciso comprenderlo, y no sólo por razones históricas. Si queremos entender lo que debemos hacer hoy, en la época de la plena flexibilidad del trabajo humano que, sin embargo, es también una fase de crisis del neoliberalismo, debemos comprender cómo pudo producirse, en ese paso de los años 70 a los 80, la ocupación del campo del deseo social por un imaginario economicista y competitivo. En los últimos decenios la informatización del sistema de máquinas ha jugado un papel crucial en la flexibilización del trabajo, junto con la intelectualización y la inmaterialización de los principales procesos productivos. La introducción de las nuevas tecnologías electrónicas y la informatización del proceso productivo han abierto el camino a la creación de una red global de infoproducción, desterritorializada, deslocalizada y despersonalizada. La red global de infoproducción se ha convertido cada vez más en sujeto del proceso productivo social, y el tejido humano de las personas que lo componen se ha fragmentado hasta disolverse. No hay ya seres humanos que trabajan, sino fragmentos de tiempo sometidos al proceso de valorización, átomos de tiempo recombinados en el proceso productivo global. Los trabajadores industriales rechazaron su papel en la fábrica y ganaron, de ese modo, libertad y autonomía frente al dominio capitalista y frente al control de su tiempo de vida. Pero ello llevó a los capitalistas a invertir en tecnologías que ahorran trabajo y a cambiar la composición técnica del proceso de trabajo, para poder expulsar a los obreros industriales y sus formas de organización autónoma y crear una nueva organización del trabajo que pudiera ser más flexible.
Ascenso y caída de la alianza de trabajo cognitivo y capital recombinante Intelectualización
e inmaterialización del trabajo son una cara del cambio
de las formas de producción social. La otra cara es
la globalización planetaria. Inmaterialidad y globalización
son complementarias. La globalización es un proceso
que conlleva elementos de pesada materialidad, porque
el trabajo industrial no desaparece en la época posindustrial,
sino que emigra hacia las zonas geográficas en las que
es posible pagar salarios bajos, y en las que la legislación
no protege el trabajo y favorece a la libre empresa,
a costa del medio ambiente y de la sociedad. La perspectiva
de una extensión planetaria del proceso de producción
industrial fue previsto por Mario Tronti en un artículo
aparecido en el último número de la revista Classe
Operaia, en 1967. Tronti escribía que "el fenómeno
más importante de los próximos decenios hasta el fin
del siglo XX será el desarrollo de la clase obrera a
escala planetaria". Esta intuición no se fundaba
en el análisis del proceso de producción capitalista,
sino en la comprensión de las transformaciones en la
composición del trabajo. La globalización y la informatización
podían preverse como una consecuencia del rechazo del
trabajo en los países industriales de occidente. Durante
los dos últimos decenios del siglo XX hemos asistido
a una especie de alianza entre capital recombinante
y trabajo cognitivo. Llamo recombinante al capital que
no está ligado estrechamente a una aplicación industrial
particular, sino que es transferible con rapidez de
un lugar a otro, de una aplicación industrial a otra,
de un sector de actividad económica a otro. Se puede
llamar recombinante al capital financiero que desempeñó
un papel central en la política y la cultura de los
años 90. La alianza de trabajo cognitivo y capital financiero
ha tenido importantes efectos culturales, como la identificación
ideológica del trabajo y la empresa. Los trabajadores
se han visto empujados a verse a sí mismos como autoempresarios.
En esa visión había algo de cierto, en el período en
el que florecieron las dotcom, cuando el trabajador cognitivo podía crear su empresa invirtiendo
su fuerza intelectual (una idea, un proyecto, una fórmula)
como un bien que podía valorarse en términos financieros. La ideología libertaria
y liberal que dominaba la cibercultura (sobre todo norteamericana)
en los años 90 idealizaba el mercado presentándolo como
un entorno puro. En ese entorno, natural como la lucha
por la supervivencia del más fuerte que hace posible
la evolución, el trabajo encuentra los medios necesarios
para valorizarse y convertirse en empresa. Una vez dejado
a su dinámica propia, el sistema económico de red estaba
destinado a optimizar los beneficios económicos para
todos, propietarios y trabajadores, entre otras cosas
porque la diferencia entre propietarios y trabajadores
se hacía cada vez más imperceptible al entrar en el
circuito productivo virtual. Las dotcom han sido el laboratorio de experimentación de un modelo productivo y de un mercado. Al final el mercado ha sido conquistado y asfixiado por las grandes empresas monopolistas, y el ejército de autoemprendedores y microcapitalistas de fortuna ha sido desplumado y disuelto. Así ha comenzado una fase nueva: los grupos que alcanzaron el predominio en el ciclo de la net economy se han aliado con el grupo dominante de la old economy (el clan mafioso de Bush y Berlusconi, la industria militar y la petrolera) y el proceso de globalización productiva sufre un bloqueo. El neoliberalismo ha producido su negación y sus más entusiastas defensores se han convertido en sus víctimas marginalizadas. Con el crash de las dotcom el trabajo cognitivo se ha separado del capital. Los artesanos digitales, los que en los años 90 se sintieron empresarios de su propio trabajo, se han dado cuenta poco a poco de que han sido engañados, desplumados y expropiados, y eso creará las condiciones de una consciencia de nuevo tipo de los trabajadores cognitivos. Se darán cuenta de que a pesar de tener toda la potencia productiva, han sido expropiados de sus frutos por una minoría de especuladores ignorantes pero hábiles en el manejo de los aspectos legales y financieros del proceso productivo. El sector improductivo de la clase virtual, los abogados y los contables, se apropia del plusvalor cognitivo producido por los físicos, los informáticos, los químicos, los escritores y los operadores mediáticos. Pero éstos podrían separarse del castillo jurídico y financiero del semiocapitalismo y construir una relación directa con la sociedad, con los usuarios. Puede que entonces se inicie el proceso de autoorganización autónoma del trabajo cognitivo. Un proceso que ya ha empezado, como lo muestran las experiencias del mediactivismo y la creación de redes de solidaridad con el trabajo migrante. Era necesario que atravesásemos el purgatorio de las dotcom, la ilusión de una fusión entre trabajo y empresa capitalista, y también el infierno de la recesión y la guerra infinita, para poder ver emerger el problema con claridad. Por una parte, el sistema inútil y obsesivo de la acumulación financiera y la locura de la privatización del conocimiento público, herencia de la vieja economía industrial. Por otra, el trabajo cognitivo que empieza a verse como cognitariado, y empieza a construir instituciones de conocimiento, de creación, de cuidado, de invención y de educación que son autónomas del capital.
Fractalización, psicopatía, suicidio En la net
economy, la flexibilidad ha evolucionado hacia una
forma de fractalización del trabajo. Fractalización
significa fragmentación del tiempo de actividad. El
trabajador ya no existe como persona. Es tan sólo un
productor intercambiable de microfragmentos de semiosis
recombinante que entra en el flujo continuo de la red.
El capital no paga ya la disponibilidad del trabajador
a ser explotado durante un período largo de tiempo,
no paga ya un salario que cubra todo el campo de las
necesidades económicas de una persona que trabaja. El
trabajador (máquina que posee un cerebro que puede ser
usado por fragmentos de tiempo) recibe un pago por su
prestación puntual, ocasional, temporal. El tiempo de
trabajo es fractalizado y celularizado. Las células
de tiempo están en venta en la red, y las empresas pueden
comprar tantas como quieran sin comprometerse en absoluto
con la protección social del trabajador. El trabajo
cognitivo es un océano de microscópicos fragmentos de
tiempo, y la celularización es la capacidad de recombinar
fragmentos de tiempo en un determinado semioproducto.
El teléfono celular o móvil puede ser visto como la
cadena de montaje del trabajo cognitivo. ¿Y entonces? No tengo
respuestas que ofrecer. Lo que podemos hacer es tan
sólo lo que ya estamos haciendo: la autoorganización
del trabajo cognitivo es la única vía para ir más allá
del presente psicopático. No creo que el mundo pueda
ser gobernado por la razón. La utopía de la Ilustración
ha fracasado. Pero pienso que la difusión del conocimiento
autoorganizado puede crear la forma social de un número
infinito de mundos autónomos. El proceso de creación
de la red es tan complejo que no puede ser gobernado
por la razón humana. La mente global es demasiado compleja
para ser conocida y dominada por mentes locales subtotales.
No podemos conocer, no podemos controlar, no podemos
gobernar toda la fuerza de la mente global. |
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